Si eres introvertida y sensible y mamá de niños pequeños, puede ser que te sientas abrumada, a veces mucho más a menudo de lo que lo expresas. Entiendo muy bien cómo te sientes. Un período especial y difícil para mí como mamá fue de los 2 a los 5 años de mi hija.
Mi hija ya tiene 7 años y ha entrado a la siguiente etapa de la niñez. Pero la primera infancia (0-6 años) fue una etapa muy intensa para mí como madre introvertida y PAS (Persona Altamente Sensible).
Yo había descubierto que tanto mi hija como yo somos introvertidas y altamente sensibles durante su primer año de vida. Yo observaba su comportamiento y reacciones, que eran distintas a otros bebés de su edad, y al buscar información me topé primero con el término de introversión, y pocos meses después con el de Alta Sensibilidad.
Te invito a ir a este enlace si quieres leer una versión más extendida de cómo lo descubrí.
Me sucedió como a muchas madres y padres que descubren estos rasgos de personalidad al observar a sus hijos y al mirarse a sí mismos en consecuencia, se dan cuenta que también ellos poseen estos rasgos.
En esta etapa yo solía experimentar muy a menudo períodos donde me sentía abrumada, cansada y sobrepasada.
Por un lado, estaba yo como mamá de mi hija, afrontando las vivencias y demandas propias de una niña de su edad.
La maternidad requiere estar presentes con nuestros hijos pequeños y todo lo que viene con ellos: su ruido, su necesidad de interactuar, de hablar, de ser vistos, ser escuchados y ser validados, esencialmente su necesidad de ser amados y aceptados como son.
Ahí estaba yo, tratando de criarla a partir del respeto por su naturaleza. Pero a pesar de tener la información, apenas empezaba a ponerla en práctica y no resultaba siempre del todo bien.
Por otro lado estaba yo como persona, que estaba reconociéndose a sí misma y sanando sus propias heridas de infancia y adolescencia, de aquello que no había obtenido en mi pasado, siendo introvertida y altamente sensible.
Toda mi personalidad había sido golpeada contra la pared y me encontraba perdida en un limbo.
Me sentía como si fuese mamá de mi hija real y mamá de mi niña interior, (de mí misma en su proceso de sanar). Fue una etapa de mucho procesamiento, introspección y soledad. Y de mucho desgaste emocional.
Conforme ha ido creciendo mi hija y conforme he ido atravesando por la aceptación y valoración de mi introversión mi alta sensibilidad, el panorama se ha vuelto menos caótico. En especial me he habituado a observar para aprender y a tomar pausas para reflexionar.
Por ello, si eres mamá introvertida y/o altamente sensible y estás pasando por una vivencia similar a la mía, quiero compartirte estos 4 consejos que a mí me hubiese gustado tener más claros en ese período y que me hubiesen ayudado a transitar esta etapa de forma un poco menos difícil.
Espero que inspiren tu propio camino hacia un mayor autoconocimiento, autoaceptación, autovaloración y un día a día en mayor armonía, acorde con quién genuinamente eres.
1. Acepta y honra tus características.
Averigua qué funciona mejor para tí y qué no funciona. Por ejemplo, qué cosas o situaciones tienden a provocarte agotamiento o son tus disparadores de ansiedad. Averigua qué es lo que te ayuda a calmar y cuáles son las cosas más importante para ti. Determina tus límites y protégelos.
Y muy importante: No te compares con otras mamás y cómo hacen las cosas. Recuerda que pertenecemos a un porcentaje bajo de la población de 30% y por tanto no podemos compararnos. Actuamos y funcionamos de forma distinta a la gran mayoría.
Por ejemplo, no puedes pretender ser la madre que organiza grandes fiestas y hace que sus hijos participen en todas actividades a las que les invitan. Tiene que haber días en blanco en el calendario familiar para relajarse en casa. Estos días libres son esenciales para permitir que tu sistema nervioso descanse y se recargue.
Tal vez optes porque te entreguen tus compras en casa. Tal vez seas muy selectiva con las invitaciones que aceptas. Tal vez decidas trabajar a tiempo parcial. Tal vez decidas llevar a tus hijos a la guardería algunas horas. En resumen, haz lo que te honre y a la vez te ayude a construir un vínculo sano y fuerte con tus hijos.
2. Tómate tiempo de inactividad. No es un lujo, es una necesidad.
Una forma de recalibrar cuando nuestros sistemas se ven abrumados es tener tiempo de inactividad, pausas donde pares de hacer cosas.
No necesitan ser grandes acciones. Una pausa solitaria por algunos minutos cada día puede ayudarte a recargar tu energía. Puede ser una ducha larga, leer unas páginas de un libro, escuchar música, hacer ejercicio, salir a caminar sola, o tomarte un té relajante sentada en un sillón junto a la ventana. Define aquello que te ayude a recalibrarte y hazlo.
Antes de tener hijos tal vez podías parar una actividad y cambiar de lugar para sumergirte en otra cosa. Pero cuando tienes hijos pequeños, ésto no es tan fácilmente posible. No postergues esas pausas. Tómatelas (o créalas) en medio de tu día.
No importa que sea corta, pero haz una pausa. Aunque sean solo unos minutos al día, y disfrútalo en el aquí y el ahora para que efectivamente te recarges. Claro que si pueden ser pausas más largas, mucho mejor.
Si hay algo que se repite una y otra vez para las PAS, es que necesitamos tiempo a solas para recalibrarnos. Estamos tan concentradas en cómo se sienten todos que necesitamos tiempo para desconectarnos de la gente.
Para nosotros, el tiempo a solas es tan importante como hacer ejercicio, comer bien o dormir lo suficiente. Cuando acepté este hecho y dejé de sentirme culpable o egoísta, mi nivel de paciencia mejoró diez veces. Ahora, he aprendido a programar tiempo a solas en mi día.
3. Reduce los estímulos y las actividades. Es esencial.
Hay momentos en el día en que en tu casa tal vez todo se vuelva una locura. Puede ser por una situación que se sale de control (con los niños pequeños es cosa cotidiana) o porque es la hora en que todos en casa te hablan al mismo tiempo.
Después de haber resuelto esa situación, encuentra alguna forma de bajar los estímulos para bajar tu nivel de estrés que subió debido a esa sobreestimulación o a ese conflicto que acaba de pasar.
Esto podría significar tomar una pausa en otra habitación o salir sola (o con los niños) a tomar aire fresco.
La sobreestimulación hace que tu cerebro se sobrecargue al enfrentarse a demasiada información sensorial a la vez.
Para evitar sentirte abrumada manejando el horario diario de tu familia, en especial si tienes una gran cantidad de opciones frente a tí, es muy útil usar rutinas. Te lo recomiendo mucho.
Las rutinas reducen la cantidad de decisiones que tienes que tomar cada día, que al final se traduce en menor cantidad de estímulos también. Le quitas trabajo a tu cerebro.
Y reduce la cantidad de actividades, sobre todo las sociales, cuando sientas que tienes ya una lista larga por hacer, en especial si son para encontrarte con personas que genuinamente no deseas ver en ese momento y solo son actividades de “compromiso social”.
4. Mantén la simplicidad. Cuanto más simple, mejor.
Selecciona y reduce la cantidad de actividades de tus hijos, para no estar corriendo por todos lados, todos los días. También de vez en cuando rechaza alguna invitación a participar de eventos a los que te inviten, especialmente cuando te sientas agobiada por demasiadas obligaciones.
Tienes todo el derecho de decir que no cuando sientas que no quieres hacer algo. Háblalo con tu pareja y tu familia (si tienes hijos más grandes). Tal vez a veces podrán ir sin tí y tú quedarte a descansar.
“Mantenlo simple” también se aplica a tu vida interior. Las personas introvertidas y altamente sensibles tenemos una tendencia a pensar mucho y darle vueltas a los asuntos internamente.
Procura evitar el constante análisis de tu crianza y en especial la autocrítica, que te desgastan emocionalmente. Ten presente que estás haciendo un papel maravilloso como madre, haces lo que te es posible, eso es suficiente y está bien.
Simplificar también implica que te preguntes qué es lo más importante en un momento dado. Para mantener el enfoque y priorizar. No se puede participar de todo siempre. Recuerda que como PAS te saturas más fácilmente.
Una de las mayores fortalezas de las PAS es que estamos emocionalmente en sintonía con nuestros hijos. Pero si estás saturada por los estímulos, por una larga lista de actividades o por autoexigencias basadas en ideales de las redes sociales, estarás saturada y cansada. No disfrutarás ni darás lo mejor de tí.
Si te cuidas y eres amable contigo misma, podrás estar en mejores condiciones para estar presente con tus hijos y sentirte bien.
Cuando respetamos nuestras sensibilidades y nos cuidamos con compasión, nos sentimos satisfechas y menos estresadas. Tenemos la energía emocional y física y el espacio mental para escuchar, estar presentes y conectarnos profundamente con nuestros hijos.
En resumen, podemos obtener lo que necesitamos y nuestros hijos pueden obtener lo que necesitan de nosotras.
Por último
Quiero recordarte que en Crianza Serena encontrarás información y herramientas para ayudarte en tu camino como mamá de tu(s) extraordinario(s) hijo(s).
Te invito a navegar en todo el contenido. Regresa cuantas veces sientas que lo necesitas.
¿Te ha gustado este post? Apúntate a mi newsletter.
Recibirás herramientas y reflexiones cada semana sobre alta sensibilidad e introversión, relacionadas a la maternidad y la crianza. Escribes tu email ahí debajo y te apuntas con un clic.
¿Que cambias de opinión? Te borras con otro clic. Bastante fácil.
¿Me quieres contar que te ha parecido este post? ¡Te leo en los comentarios aquí debajo!
¡Saludos! / Zulema
Si te gustó este post, también te podría gustar: